ATM, la compañía de transporte urbano de Rávena, ha presentado los nuevos autobuses suburbanos propulsados por GNC. Se trata de ocho Citelis de 12 metros, a los que sucederán otras cuatro unidades que entrarán en servicio en los próximos meses. La entrega ha sido realizada por Irisbus Iveco, a través de su concesionario Maresca y Fiorentino.
Con la introducción de los nuevos Citelis GNC, el operador ATM alcanza un porcentaje de vehículos de gas natural superior al 85% de la flota utilizada a diario en sus líneas urbanas y del litoral.
La propulsión de gas garantiza un bajísimo nivel de contaminación, gracias a los motores Iveco Cursor 8, cuyas emisiones se sitúan por debajo de los límites EEV, además de garantizar un nivel de ruido particularmente contenido.
Los nuevos vehículos proporcionan, a su vez, menores costes de operación, ya sea en términos de mantenimiento como de carburante, desvinculando los costes empresariales de la presión de costes del combustible.
El interior del vehículo es lineal y funcional, con asientos de plástico rojo y amarillo, revestidos de material antideslizamiento e impermeable. Gracias a los grandes ventanales, los autobuses son muy amplios y luminosos, con anchos pasillos. Disponen de 87 a 90 plazas, de las cuales 28 son asientos, más espacio para una silla de ruedas. En ausencia de una silla de ruedas hay dos plazas más con asientos plegables.
Fácil accesibilidad
El equipamiento a bordo ofrece los dispositivos más modernos para la comodidad de los pasajeros: aire acondicionado y piso bajo con dispositivo de arrodillamiento (kneeling) para la inclinación lateral en las paradas, con el fin de facilitar el ascenso y descenso del vehículo gracias a la ausencia total de escalones.
La estructura del vehículo está exenta de materiales oxidantes, el equipamiento de serie incluye aire acondicionado, plataforma para PMR, ABS y ASR.
Los nuevos autobuses se utilizarán principalmente en las líneas de la costa de Rávena y, debido a su flexibilidad, sustituirán a los vehículos diésel mayores de 18 años, destinados a la desaparición —estos últimos— incluso de las rutas suburbanas.