La celebración de la Cumbre de la FAO, la semana pasada en Roma, fue escenario de un nuevo capítulo de este debate, que no sólo no parece tener fin, sino que se encuentra un tanto enrocado en sí mismo, porque no avanza en ninguno de los dos sentidos. Mientras el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, ha pedido un consenso mundial sobre su utilización, como una de las medidas para paliar el hambre en el mundo, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, principal productor, ha defendido su uso, al apuntar que "los biocombustibles no son el villano", después de asegurar que ve "con indignación que muchos de los dedos que apuntan contra la energía limpia de los biocombustibles están sucios de aceite y carbón". Heikki Willstedt, especialista en energía y cambio climático de WWF/Adena, considera que "ni la idea era antes tan buena, ni ahora es tan mala", apostando por limitar la producción a una cantidad que sea sostenible, mientras que José Santamarta, del Instituto World Watch en España, coincide en que sólo es aceptable su producción a pequeña escala y utilizando aceites usados o excedentes agrícolas.