El etanol de caña de azúcar es por ahora "la única alternativa competitiva" frente al petróleo para el transporte. Esta tajante afirmación pertenece al director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Claude Mandil, quien -durante una conferencia pronunciada ante la Unión carretera de Francia, organismo que reúne a todos los actores económicos vinculados al tráfico rodado- criticó las subvenciones a los cereales y otros productos como la remolacha que se utilizan para fabricar biocombustibles en Europa o Norteamérica, biocarburantes a su juicio sin futuro.
En contra de los objetivos
Para Mandil, el principal problema con estos productos estriba en que su producción es "extremadamente costosa" para ser dedicados a combustibles y que además su balance medioambiental, en términos de emisiones de gases de efecto invernadero, puede ser todavía peor que el del petróleo. Por eso descalificó los objetivos que se ha fijado la Unión Europea para aumentar el porcentaje de biocombustibles en los carburantes para el transporte y dijo que las ayudas europeas a los biocombustibles hay que enmarcarlas en las políticas agrícolas, pero no en las energéticas.
A juicio de Mandil, sería mejor destinar ese dinero a la investigación de nuevos biocombustibles, señalando que hay ciertas esperanzas de que en la década próxima las celulosas u otros cultivos puedan ser rentables para su uso como carburante.
Si bien reconoció que el desarrollo de la caña de azúcar para la producción de etanol puede plantear problemas de los usos de grandes superficies de tierras, se mostró favorable a la importación en Europa de ese biocombustible de Brasil.
Mandil insistió en que en la AIE están a favor del desarrollo de los biocombustibles, pero puntualizó que "no conseguiremos el desarrollo sostenible con subvenciones". Para su director ejecutivo las previsiones a largo plazo sobre el sector del transporte, incluso en el caso de haber saltos tecnológicos favorables, auguran un aumento de las emisiones mundiales de dióxido de carbono del orden del 20% en el horizonte de 2050.
"A largo plazo, el gran problema del desarrollo sostenible es el transporte", y "la eficiencia energética es la herramienta más eficaz" para luchar contra el incremento de emisiones causantes del efecto invernadero, pero también contra los problemas de seguridad de aprovisionamiento que acarrean la dependencia del petróleo.
