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El 26% de las averías por negligencia o despiste se deben a una equivocación al repostar combustible

sábado 09 de noviembre de 2013, 01:00h
El 26% de las averías por negligencia o despiste se deben a una equivocación al repostar combustible

Equivocarse de combustible a la hora de repostar supone el 26% de las averías más comunes provocadas por una negligencia, error o despiste del propio conductor, según señala Grupo Red Europea, empresa especializada en seguros para la automoción.

Un fallo muy habitual cuando el usuario cuenta con dos vehículos o utiliza un coche de empresa, pero que puede llegar a producir averías que superan los 400€ y obliga a cambiar los filtros y limpiar los conductos de gasolina o diesel y el propio depósito.

No obstante, el desliz o la propia dejadez del conductor durante los trayectos en coche pueden acarrearnos averías mucho más cuantiosas. Actos como no hacer caso a las indicaciones que nos señalan los testigos luminosos suponen el 20% de las entradas en taller para resolver una incidencia que previamente fue comunicada con una señal luminosa.

Hay que recordar que cuando se enciende el testigo naranja o amarillo nos señala precaución, pero si el testigo es rojo, la inmovilización del vehículo debe ser inmediata  pues se está indicando incidencia grave y debemos parar la conducción, estemos en ciudad o en carretera. El problema es que obviar estos indicadores suele acarrear averías mayores, por eso, si nos sucede durante un viaje es preferible parar en una estación de servicio antes que sufrir un fallo durante el trayecto y tener que llamar a asistencia en carretera.

No realizar los mantenimientos estipulados por la marca en el tiempo y kilómetros estipulados y no cambiar las piezas de desgaste suele ser otra distracción habitual entre los usuarios y, concretamente, suponen alrededor de 16% de las visitas al taller. De ahí la importancia de realizar un mantenimiento preventivo, es decir, revisar con bastante regularidad los niveles, presiones de ruedas y comprobar si hay ruidos que no son los característicos o habituales, y de ser así, llevarlo al taller para que lo revisen y evitar averías mayores y costosas.

Sin olvidarnos de la revisión anual o tras los kilómetros que estipule la marca donde se sustituyen los líquidos, aceites, filtros y piezas o elementos que el fabricante estima que su vida útil esta en su final o que estén desgastadas por el uso como los neumáticos, pastillas de freno, correas de distribución, etc.

Más allá de las negligencias, en ocasiones es el propio estilo de conducción el que lleva al vehículo al taller. Conducir en marchas inadecuadas, dar frenazos, o acelerones bruscos afectan a elementos del motor como los anclajes y soportes elásticos, volante bi-masa, etc. La conducción en ciudad o a bajas revoluciones de motor, puede causar anomalías en los vehículos de gasóleo, provocando acumulación de carbonillas en la línea de escape, (Colectores, válvula EGR, turbo, catalizador, filtro anti-particulas,etc). Estas malas técnicas de conducción suponen el 13% de las visitas al taller.