La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) difundió recientemente un estudio en el que instaba a la Unión Europea a abandonar la "ambiciosa" meta del 10%, ya que a su juicio se trata de un "experimento, cuyos efectos son difíciles de predecir y controlar". En su lugar, proponía la elaboración de un nuevo estudio científico sobre los riesgos y beneficios de esta fuente de energía y la fijación de un nuevo objetivo "más moderado a largo plazo, en caso de que la sostenibilidad no se pueda garantizar". La UE parece haberse percatado de los problemas ligados a las importaciones, por lo que el Consejo ha establecido un grupo de trabajo que está analizando las condiciones aplicables para asegurar que los biocarburantes que entran en Europa sean producidos de un modo respetuoso con el medio ambiente.
La AEMA centraba igualmente su preocupación en la superficie de tierra necesaria para alcanzar el objetivo del 10% sin dañar el medio ambiente, que excede los terrenos disponibles en la UE, incluso si aumentase "considerablemente" el uso de de los de segunda generación. Por tanto, el aumento de la producción de biocombustibles ejercerá una fuerte presión en la tierra, el agua y la biodiversidad. Al respecto, Michael Mann, portavoz de Agricultura de la Comisión Europea, ha subrayado que se necesitaría un 17% de los terrenos cultivables de la UE para alcanzar la meta del 10% si no se incrementa la producción de biocombustibles de segunda generación. En caso de que sí se hiciera, la cantidad de terreno necesaria sería mucho más pequeña. Asimismo, Mann ha recalcado que la CE planea eliminar las subvenciones que actualmente reciben los productores de biocombustibles, de modo que los agricultores produzcan en respuesta a las necesidades del mercado.