Y es que un autobús cuando está en ruta pasa el 28% del tiempo en parada. En este momento de no circulación, prácticamente el 60% es con las puertas abiertas, es decir cuando sube y baja gente, aunque suele ser lo primero lo que lleva más tiempo, de ahí la necesidad de ir dejando atrás el pago en efectivo a bordo. Esto permitiría reducir ese 28% de tiempo al 14%.
Esta iniciativa ayudaría además a captar nuevos usuarios para el transporte público, ya que uno de cada cuatro españoles que no lo utiliza justifica el no hacerlo en que el tiempo de viaje es elevado. En cambio, al reducir gradualmente las operaciones de pago en efectivo, la entrada de viajeros sería mucho más rápida y ágil, lo que ayudaría a aumentar la velocidad comercial de los autobuses en hasta un 10%.
Permitiría eliminar una de las principales barreras de acceso al transporte público que es la dificultad de uso que le supone al viajero poco habitual, que es el que más paga en efectivo, ayudando a fidelizarle
La clave, en los jóvenes y en la tecnología
En la actualidad, el 22% de los usuarios de media en España hace uso del billete sencillo, aunque según qué lugares esta cifra puede variar, pasando del 9% en Madrid a casi cuatro veces más en Asturias, por ejemplo. Sin embargo, lo más curioso es que la mitad de los usuarios que paga en efectivo su billete no llega a los 35 años, precisamente las generaciones más digitales (millennials y Z) y con menos ingresos.
Es por ello que, para aquellos usuarios que optan por billetes individuales, la solución se encuentra en la tecnología, incorporando los sistemas de pago contactless, que ya se están probando en Madrid capital en dos de las líneas de mayor afluencia, y que permite el pago de un billete sencillo con tarjeta.
Además, esta medida prácticamente no afectaría a las personas más remisas a lo digital, las de más de 65 años, ya que no acostumbran al pago de billete en efectivo. De hecho, son apenas el 7% del total de usuarios que optan por esta fórmula. Esto es debido a que la gran mayoría de ellos se beneficia de abonos mensuales para la tercera edad, con precios reducidos.
La apuesta por esta tecnología, basada en la identificación del usuario y no en el pago directo de una tarifa por viaje, serviría además para evolucionar hacia un sistema tarifario totalmente integrado -incluso entre distintas ciudades-. De este modo, el usuario no tendría que preocuparse previamente de estudiar los distintos tipos de billete y decidir cuál es el que más le conviene.
Esto permitiría eliminar una de las principales barreras de acceso al transporte público que es la dificultad de uso que le supone al viajero poco habitual, que es el que más paga en efectivo, ayudando a fidelizarle. Y, por consiguiente, se promueve el tan necesario cambio en la movilidad de las personas para mejorar la calidad de vida de las ciudades.
Según el secretario general de Atuc, Jesús Herrero, “los usuarios demandan rapidez y para ello el transporte público debe ser capaz de eliminar puntos sensibles que retardan su trayecto, como el pago en efectivo, que provoca colas en la entrada y obliga al conductor a hacer de cajero robándole a él y al usuario un tiempo precioso. Esto debe ser complementario a otras medidas que mejoren la velocidad comercial, como el aumento de carriles bus, la prioridad semafórica, etc. Entre todos tenemos que conseguir un sistema más eficiente y fluido”.
