El sistema funcionará de forma que, a través de
las cámaras y otros sensores, el coche detectará a aquellos conductores que circulan bajo los efectos del alcohol u otros estupefacientes y reducirá la velocidad del vehículo, alertará a las emergencias (gracias al Volvo on Call assistance) y, si es necesario, detendrá el coche de manera segura.
Los parámetros en los que
se fijará el vehículo son la falta de respuestas en la conducción, si se cierran los ojos, si se sale de la carretera durante un tiempo prolongado si da bandazos cruzando las líneas, o si reacciona tarde a los estímulos.
Volvo, además de las distracciones y la conducción tras haber consumido alcohol u otra droga (en EEUU supuso el 30% de los accidentes mortales en 2017), ha identificado
la velocidad como otro de los ingredientes más peligrosos en la carretera. Por ello, ha lanzado dos iniciativas: la primera, que se anunció antes del Salón de Ginebra, es que a partir de 2020, los Volvo estarán limitados de serie a 180 kilómetros hora. La segunda, propuesta hoy, es que el dueño del coche podrá fijar una velocidad máxima para cualquiera que emplee el vehículo, algo útil si se deja el coche a familiares o amigos.
El dispositivo, denominado
Care Key, llegará en 2021 y abre el debate a la industria de automoción sobre si los fabricantes deben intentar encauzar los comportamientos de los conductores. Además, Volvo ha informado de que está teniendo conversaciones con las compañías de seguros para beneficiar a los clientes de Volvo que empleen este tipo de sistemas de seguridad.