Organizaciones, expertos e instituciones se dan cita en Madrid para trazar una hoja de ruta común hacia una movilidad más limpia, justa y competitiva.
El transporte está cambiando. Ya no es solo una cuestión de coches, sino de salud, de justicia social, de futuro. Y esa transformación ya ha comenzado. En Madrid, durante una jornada intensa y plural, voces de todos los rincones del ecosistema de la movilidad sostenible se reunieron con una idea clara: España tiene entre manos una oportunidad única con la movilidad eléctrica, y no puede dejarla escapar.
El encuentro, titulado “El Estado de la Movilidad Eléctrica en España” y organizado por T&E, Alinnea y ECODES, se convirtió en una especie de mapa emocional y estratégico para construir un país más conectado, más limpio y más justo. Empresas, instituciones, investigadores, sindicatos, medios y sociedad civil coincidieron en algo poco habitual: hay mucho por hacer, pero también mucho que ganar.
Innovar, pero con alma
Desde el inicio, las organizadoras lanzaron un mensaje potente: el cambio será sostenible si se hace con la gente, no para la gente. Ana Belén Sánchez, directora de Alinnea, lo resumió con una frase que caló: “La innovación es clave, pero debe resolver problemas reales y sumar personas al cambio”.
Isabell Büschel, desde T&E, fue aún más directa: “La movilidad eléctrica puede ser motor de empleo, salud y futuro. Pero necesitamos una estrategia país valiente, centrada en las personas”.
Y Cristian Quílez, de ECODES, cerró la bienvenida apelando a la unión: “Esto no va solo de tecnología, sino de alianzas. De sumar desde las empresas, los gobiernos, las ONG y los medios. De hacerlo juntos, o no será”.
Tres paneles, una misma convicción: el cambio es urgente y posible
La jornada se dividió en tres mesas temáticas, pero todas compartían el mismo fondo: no se trata solo de enchufes y kilovatios, sino de garantizar que nadie quede atrás en esta transición.
En el panel sobre innovación y competitividad, se habló de baterías, de eficiencia y de cómo convertir a España en una referencia industrial. Pero también se subrayó la necesidad de invertir bien, de agilizar trámites y de pensar en toda la cadena de valor, desde quien diseña un vehículo hasta quien lo conduce.
La segunda mesa, dedicada a la aceptabilidad social, bajó al terreno. A las vidas reales. ¿Cómo hacemos que este cambio llegue también a quien vive en un pueblo? ¿A quien no puede comprarse un coche nuevo? Ahí surgieron ideas como el leasing social o el refuerzo del transporte público, recordando que la electrificación debe ir de la mano de la equidad.
En el tercer panel, se pusieron sobre la mesa ejemplos europeos que inspiran: Portugal, Reino Unido, Alemania... países que han apostado por políticas claras, interoperables y acompañadas de incentivos reales. La lección fue clara: cuando se hacen bien las cosas, funcionan.
Cerrando filas por un futuro más limpio y más justo
La última parte de la jornada fue un ejercicio de realismo y de esperanza. Instituciones como el IDAE, el Ministerio de Industria o AEDIVE hablaron de lo logrado y de lo pendiente. Desde los puntos de recarga hasta la señalización, desde las ayudas hasta la planificación territorial. Todo suma. Pero todo requiere coordinación y compromiso.
Y el broche final lo puso Víctor Ausín, del Ministerio de Economía, recordando que la electromovilidad no es un capricho verde, sino una palanca de productividad, inversión y modernización para el país.
En resumen, el evento no fue solo una jornada de debate. Fue una declaración colectiva: la movilidad eléctrica es mucho más que una tecnología. Es una promesa. Una oportunidad para respirar mejor, para movernos con dignidad, para construir un país que cuide y se cuide.
Y esa promesa, como dejaron claro todas las voces, solo será posible si la cumplimos entre todos.