Los datos dan miedo: el transporte público en la región de Ática (la que incluye la capital de Atenas) se ha visto reducido a la mitad en los últimos cinco años, y hasta finales de 2016 se retirarán de circulación 500 autobuses y trolebuses de los 2.387 que están vigentes.
La media de estas unidades es de 11 años de vida útil y muchos superan el millón de kilómetros recorrido. Desde 2010 se ha reducido el personal técnico de la Compañía de Transportes Públicos OSY, así como la adquisición de repuestos y nuevos vehículos. Se necesitan, por ejemplo, 292 autobuses articulados cada día, pero ahora mismo sólo circulan por la calles 235.
La situación de los trenes es aún más nefasta: desde 2010 faltan trabajadores y el servicio técnico es pésimo. La compañía pública de ferrocarriles Trainose denuncia que del total de los trenes disponibles sólo se utiliza el 40% aproximadamente. La ironía del caso es que la empresa era una de las que el gobierno anterior quiso privatizar. La actual administración ha dejado en claro que eso no ocurrirá.
Con la falta de liquidez actual del Estado griego, el problema más acuciante no es el del transporte público, sino el de muchos hospitales estatales, que se están quedando sin material básico debido a que no están pagando a los proveedores. Los políticos socialistas y conservadores recuerdan incansablemente que durante su gobierno de coalición se consiguió pagar a todos los proveedores, desde gasas y medicamentos hasta carreteras, algo que el gobierno actual de Syriza no ha hecho desde que llegó al poder a finales de enero.