La razón de que en los últimos años haya sido vista como posible fuente de combustibles es que la celulosa presente en las membranas de sus células se convierte fácilmente en azúcar, y luego se fermenta en etanol. Además, el artículo asegura que dado que este tipo de césped absorbe dióxido de carbono durante su crecimiento, el etanol resultante produciría muy pocas emanaciones responsables del llamado efecto invernadero.
El artículo está firmado por Marty Schmer y fue realizado junto con sus compañeros del Servicio de Investigación Agropecuaria del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en la Universidad de Nebraska.
Metodología y resultados
Los investigadores recopilaron datos en diez lugares repartidos entre Nebraska, Dakota del Norte y Dakota del Sur, donde los granjeros cultivaban de tres a nueve hectáreas de ese tipo de césped. Se mantuvieron registros del combustible, las semillas y el fertilizante que usaron durante cinco años, y también del peso de la hierba recolectada cada año. Las variaciones de los resultados dependieron principalmente de las acumulaciones de lluvia, pero en promedio los campos produjeron una biomasa equivalente a 60 gigajulios por hectárea, lo que - según los autores- muestra el enorme potencial del uso del switchgrass como cultivo para la obtención de energía.
Estos cultivos de alto rendimiento produjeron un 93% más de biomasa y rendimiento energético neto equivalente que lo que se había calculado sobre praderas artificiales que recibieron menos fertilizantes, según el estudio. De la misma manera, la emisión promedio de gases de efecto invernadero del etanol celulósico derivado de esta hierba fueron un 94% o inferiores a la de la gasolina.