El escenario inicial es de casi 3.500 unidades matriculadas por la marca de la estrella el año pasado (según datos de Anfac), que suponen un crecimiento por encima del 20%, cuando el mercado de industriales no llegó al 13% de subida. A esta actividad hay que sumar la de Fuso, que rozó las 300 unidades matriculadas, en línea con las del ejercicio anterior.
Así, García-Patiño afirma que “atravesamos una serie de contextos globales que no podemos olvidar. Tras el Covid y con la guerra de Ucrania, la situación ha cambiado, provocando que la producción se haya resentido, y no solo por los microchips. Nuestras previsiones están muy ajustadas, para ser competitivos, y cualquier contratiempo en el proceso se nota”.
Matriculaciones, en función de disponibilidad
Sin embargo, “en España, el transporte ha seguido funcionando muy bien, incluso en los periodos más adversos. Con todo esto, las matriculaciones de este año estarán condicionadas a la producción y a la asignación de las fábricas a cada mercado. Igual que pasó en 2022, pero con un pequeño matiz, ya que, en 2023, no podremos ampliar un año más los periodos de los contratos. Ni nosotros, ni el resto de las marcas. A esto se suma que tampoco hay usados para abastecer la demanda del segmento internacional”, explica el presidente, aunque afirma que “en cualquier caso, a nosotros no nos fue nada mal en 2022”.
En estas circunstancias, “las concesiones que tengan algo de stock podrán ir suministrando vehículos al mercado, pero nuestra producción de 2023 ya está prácticamente vendida. No veo gran diferencia entre lo que se prevé para este año y el volumen de suministro de las fábricas que tuvimos el año anterior”.
'Habría que aplicar un poco más de sentido común con Euro 7'
A todo esto debemos incorporar otro ingrediente: Euro 7. Una norma sobre la que García-Patiño entiende que “habría que aplicar el sentido común. Creo que todo el Sector no ha sabido explicar bien lo que hay detrás de las emisiones de los motores, o no nos han querido escuchar. Desde Euro 1 hasta ahora, el descenso de las emisiones y las partículas es inmenso. La actualidad apunta hacia el CO2 y el cambio climático, pero el Transporte y la automoción solo son una parte del problema. Por eso, me resulta curioso que existan tantas restricciones a los vehículos y no para otros modos. Eso, sin entrar en el tema de cómo se produce esa electricidad. En Alemania, por ejemplo, el porcentaje de energía que se obtiene quemando carbón es del 30% algunos días”.
En este escenario, Europa anuncia la norma Euro 7 “sin tener en cuenta los periodos de amortización que necesitamos para las tremendas inversiones que debemos acometer. Algo que se suma a la restricción de los motores de combustión. La realidad es que no tenemos capacidad para invertir en electrificación y, al mismo tiempo, en mejorar el motor de combustión. No parece sensato que tengamos que impulsar la combustión cuando, en 12 años, ya no se podrán vender estos vehículos”.
No es solo el vehículo
Una posible solución “vendrá impuesta por la imposibilidad de llegar a determinados niveles de emisiones. Aunque el vehículo sea sostenible, tenemos el problema de la escasez de la infraestructura de carga (más allá de la voluntad de fabricantes o clientes, la burocracia puede retrasar los permisos hasta dos años). España es un país periférico y tenemos mucho transporte de larga distancia, con productos perecederos además, lo que complica esa operativa. Si añadimos que los escasos puntos, en ocasiones, no reciben la potencia necesaria… Se están poniendo trabas a la actividad a espaldas de la realidad: Europa se está dando un tiro en el pie” en este sentido.
Y el presidente también considera que debería abordarse mejor el asunto de las sanciones, ya que “si en un momento determinado, los fabricantes no alcanzan los compromisos de emisiones, seremos sancionados, aunque quizá la culpa no sea nuestra. ¿Por qué? Podemos tener el producto, pero si la infraestructura no acompaña, el cliente no lo comprará”.
